lunes, 6 de junio de 2011

¡A segunda oé!


En el día en que Rafa Nadal igualó a Borg con seis Roland Garros, muy lejos de allí, en un pueblo de Madrid, un grupo de personas excepcionales logró el reto que se habían propuesto nueve años atrás. Mi equipo, si Javisen es el mío, el tuyo y el de todos, consiguió ascender de categoría. A una que no nos dará de comer, en la que no nos reconozcan más que nuestro círculo de amigos y conocidos, pero que ayer nos hizo inmensamente felices.
La temporada empezó en Agosto. El objetivo era muy claro: ascender. Todo lo demás hubiera sido un fracaso. Desde el principio se vio, como el año anterior, que no era algo tan descabellado. Vino gente nueva, gente muy buena. Mi campaña no ha sido para echar cohetes, pero a su lado he aprendido tanto que cada día juego con más confianza y sabiendo que lo puedo hacer mejor. Somos el Olivo de Coslada.
Y no sólo lo somos los jugadores. También lo son los que vienen a entrenar sin tener ficha en el equipo, los que han querido echar una mano entrenando a los porteros o llevando los balones y el botiquín el día del partido. Los padres, hermanos, primos, hijos e incluso sobrinos que ayer se llevaron del partido más de una dedicatoria. Y las novias, que decir de ellas. Hay que querer mucho a alguien para aguantar que cuatro días a la semana haga la mochila y se vaya a dar patadas a un balón, ir a verle jugar, animar... Si no fuera por la mía yo jamás hubiera ido a verles entrenar ni escribir lo que estoy escribiendo.
Ayer Rafa hizo sonar el himno español por sexta vez en París, en Coslada se cantaba eso de "¡a segunda oé, a segunda oé!"