jueves, 4 de octubre de 2018

Bala de campeón




El domingo viví mi mayor alegría deportiva del año. Lo digo así porque creo que muchas veces, para hacer memoria, usamos los hitos deportivos como marcadores cronológicos de esto que va pasando y llamamos vida. En 1992 con los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1996 y el doblete de mi Atleti, 2008, 2010, 2012 con las alegrías que nos dio la selección de fútbol.

Este año ha ganado el Madrid su tercera Champions seguida, el Atleti la Europa League y posiblemente sea el primer año de los últimos diez en que no ganarán ni Messi ni Cristiano el Balón de Oro, pero lo que de verdad me ha puesto contento ha sido lo que ha conseguido Alejandro Valverde.

Por ocio no pude ver la carrera pero las personas que me escribieron mensajes cuando El Bala cruzó la meta dicen el mucho de lo que me conocen por la afición y admiración que profeso por el murciano. En ese momento, en pleno festival, el mundo se paró y me trasladé a Innsbruck, donde, todavía el puño cerrado, Valverde se desgañitaba en brazos de su siempre amigo y fisio Escámez. Esa imagen me emocionó y en ese momento mi felicidad se desbordó en forma de lágrimas que pocos comprendían.

Haciendo un repaso por su historial (hay que tomarse su tiempo para verlo al completo) quiero destacar sus victorias en las grandes vueltas, en todas, sus victorias en las vueltas de una semana, en todas, y su afán por estar siempre ahí, en la llegada con los primeros, sea sprint o llegada en alto, sea en el muro de Huy o en cualquier crono. Giro, Tour, Vuelta, Volta, Andalucía, Itzulia, Valencia, Murcia, San Sebastián, Campeonato de España en Ruta, Campeonato de España Contrarreloj, Flecha Valona, Lieja-Bastoña-Lieja, Roma Máxima, etcétera, etcétera, etcétera. En todas tiene Alejandro Valverde grabado su nombre. Es más dífícil buscar una prueba de la Uci Pro Tour que no haya logrado que hacerlo de una que si.

Y hablando de destacar victorias, hay una, que sin ser victoria me ha hecho dar más dimensión a este Campeonato del Mundo en fondo en carretera. Año 2003, un Alejandro Valverde novel consigue un tercer puesto en la Vuelta a España ganando dos etapas y la clasificación de la combinada, y, un mes después, logra la medalla de plata en el Mundial de Hamilton, en Canadá, por detrás de Igor Astarloa. Año 2003, 23 años tenía el Bala, los mismos que tiene hoy Enric Mas, suena estupendo.

jueves, 17 de mayo de 2018

Maneras de ganar

Hace tanto que no escribo que me da cierto respeto ponerme frente a la hoja en blanco y empezar a soltar las palabras que deambulan por mis pensamientos.

El Atleti ha ganado su tercera Europa League. Mi Atleti. Ese equipo del que soy seguidor desde que me llamó la atención su camiseta a rayas rojiblancas. En realidad me falta por escribir un gran episodio que tuve la suerte de vivir el año pasado, la despedida del estadio donde me pasó aquello. En la lista de tareas pendientes está y algún día cobrará vida.

Pero estábamos en la noche de hoy, mediados de Mayo, año de Mundial, el Atleti gana un título europeo. Podríamos estar hablando de 2010, aquella final ante el Fulham, esos goles de Forlán. Pero no, han pasado ocho años y ojalá se repita lo vivido en aquel Mundial.

En estos ocho años han pasado muchas cosas en el Atlético de Madrid. Todas de la mano del Cholo Simeone, Dios le tenga reservado un altar. Se volvió a ganar la Europa League en 2012, la Copa del Rey en el Bernabéu ante el Madrid en 2013, la Liga en 2014, así como supercopas varias y clasificación para Liga de Campeones año sí año también. Hasta ahí todo a pedir de boca.

La realidad yo la veo diferente. De cinco temporadas en la Champions, el Madrid nos ha eliminado en cuatro de ellas, para más inri dos en la final, y en la última, o sea, en esta, no haber conseguido ganar al Qarabag en ninguno de los dos partidos nos ha privado de seguir en la competición en la que por equipo y categoría merecíamos estar. Sendos empates nos enviaron a la Europa League, o lo que es lo mismo, a la segunda división europea.

Por eso hoy no estoy con ánimos de celebrar nada. Estoy contento, si, pero porque ha ganado mi equipo, no porque tengamos un título más en una vitrina a la que le falta el más importante, el que hemos acariciado hasta el minuto 93', el que hemos perdido cuatro veces ante los mismos.

Quien me conoce sabe de lo que hablo. Para mi Simeone murió en su altar en Milán cuando dijo aquello de que tenía 35 millones de razones para irse y necesitaba pensar en su futuro. Para mi vuelve a morir cada fin de semana en el que jugamos al 1-0 o, a veces, contra el Barça se vio claramente, al 0-0. Creo que un entrenador que valora su continuidad a ser el tercer personaje mejor pagado de la Liga (por debajo de Messi y Cristiano) no merece más homenaje que el de agradecer sus servicios prestados y ya vendrá otro que lo haga mejor o peor, o tal vez igual (véase el Barça de Guardiola y Luís Enrique). Lo que está claro es que el club está por encima de todos, y el Atlético de Madrid existía antes y existirá después de Simeones, Griezmanns, Forlanes o Agüeros.

Ser del Atleti es algo tan difícil de explicar como bonito de vivir, mañana muchos niños irán con sus camisetas rojiblancas al colegio igual que fueron un día después de Lisboa y de Milán, porque nosotros solo tenemos un motivo y es el de quedarnos hasta la muerte.