sábado, 3 de julio de 2010

Tan lejos y tan cerca

Estoy en un sitio donde hace diez años venía a ver si se habían acordado de mi en vacaciones. En el cibercafé en el que me encuentro hay una bandera de Argentina y caras largas después del repaso qe se han llevado esta tarde; en la calle todos llevan una camiseta roja con adornos en amarillo y si miras a las ventanas rara es la que no presenta su bandera española. La verdad es que siento orgulloso de mi segunda ciudad, Alicante.
Queda menos de una hora para el partido y he querido escribir algo antes de que, pase lo que pase, juguemos otra vez unos cuartos de final. Recuerdo desde los del '94, también aquí en la playa, que siempre nos fuimos por errores arbitrales (Italia y Corea) y que, en el Mundial de Francia (precisamente por Paraguay) y en el de hace cuatro años de Alemania, a estas alturas ya estábamos en casa. Yo quiero volver a ver el partido el miércoles, con vosotros, contra Alemania, para poder ganarla y decirle a Maradona como se hace, para contestarle que el fuera de juego de Villa es inapreciable comparado con el de Tévez contra México, y para poder abrazaros a todos, que, estéis donde estéis, unos en Amsterdam, otros en algún pueblo, otros en Tenerife, otros de fiesta con los compañeros del curro... estéis donde estéis desearé abrazaros en cada gol de nuestro equipo.
Nadal juega mañana su cuarta final de Wimbledon, parece que lo que hace es fácil, lo normal, que si no lo hiciera nos estaría fallando, pero no; lo que hace es difícil, anormal, le estamos fallando nosotros por no darle más bola y espero que gane, porque se lo merece, porque el nunca ha llorado cuando ha perdido o ha estado lesionado, porque él no da pena, él, simplemente, es el mejor.

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